"Mejorar siempre implica un desastre"
Desde hace más de un mes que "hemos" estado haciendo modificaciones en la casa, a propósito pongo "hemos", debido a que la que realmente se ha involucrado con ello es mi esposa, sinceramente tiene talento, gusto y voluntad para meter las manos en adaptaciones, reparaciones, etc.
El caso es que, cuando hay aspectos relacionados con remodelaciones, mudanzas, etc. Siempre implica un desastre de por medio, desorden ,reorganización y en mi caso, hasta frustración por ver tantas cosas amontonadas. Cuando experimento tantos desajustes en mi día, me dan muchas ganas de retroceder y dejar las cosas como estaban antes, prefiriendo momentáneamente mantener algo medianamente aceptable, en lugar de pagar el precio para obtener algo mejor.
Lo mismo ocurre cuando nos involucramos en un proceso de arreglar algún ámbito de nuestra vida, no es posible mejorar significativamente las cosas, si no exponemos todo aquello que ya no nos sirve.
Desapegarnos de creencias, sentimientos, traer a la mente recuerdos para resignificarlos, comenzar con nuevos hábitos y deshacernos de los anteriores, también implica un desastre emocional, frustraciones y, como mencionaba anteriormente, lo que suele suceder, es que hay arrepentimientos; surgen preguntas y comentarios como: ¿Por qué lo hice? No estaba tan mal, me siento estancado, siento demasiada incertidumbre, ansiedad, entre otras cosas.
Liberarse de lo que nos hemos acostumbrado es fácil en cuanto a la acción, pero no tan sencillo en la decisión. Definitivamente todo en esta vida tiene un precio por pagar, sin embargo, nuestra mente suele mostrarnos los precios más caros de lo que realmente son; si somos capaces de tomar las decisiones en presencia, las cosas son mucho más sencillas, porque en presencia no hay arrepentimientos ni ansiedad, solo se vive el aquí y el ahora.
Para experimentar la presencia, se requiere de aceptación total: de nosotros mismos, de las circunstancias, de todo; se requiere que dejemos de lado los juicios que aparecen y simplemente rendirnos ante la vida.
La vida es benevolente y sabia y nos dará justamente lo que necesitamos para crecer, ni más, ni menos. La vida es como una madre, que si ve que su hijo es responsable y comprometido consigo mismo, no le exigirá más, ya que no lo necesita, solo lo guiará amablemente en el proceso, pero no requerirá meter dureza para su aprendizaje.
Una madre que ve que su hijo lleva a cabo acciones en contra de su persona, tomará medidas más drásticas para que este aprenda las lecciones. Sobra decir que en cualquier situación, el hijo no siempre entenderá el propósito de la madre, lo que si es seguro es que en ambos casos el amor está presente.