Nacer es una oportunidad para vivir, pero no es vivir.
Sentir seguridad, certidumbre, mantener el control sobre las situaciones, es algo a lo que tendemos la mayoría de las personas, de manera general nos desagrada sentirnos a la deriva. Irónicamente, anhelar la seguridad es anhelar la muerte, ya que es lo único seguro que realmente ocurrirá, la seguridad puede matar la aventura que representaría materializar los sueños tanto profesionales como personales.
Entre más experimentamos la vida, más vulnerables nos percibimos, susceptibles a los peligros, indefensos, puede resultar paradójico, pero a nivel racional, la vida es paradójica: cuando más seguridad existe en nuestra vida es cuando menos vivos nos sentimos, cuando más soltamos nuestros deseos es cuando más llegan a reflejarse en la realidad, cuando más nos aferramos a mantener el control, es cuando llegan lecciones sobre lo poco que realmente podemos controlar.
Uno de los valores más importantes para mí es la libertad, descrita como la facultad o capacidad del ser humano de actuar según sus valores, criterios, razón y voluntad, únicamente con la restricción de respetar la libertad de los demás. La mayor parte de mi vida le di la espalda a ese valor aunque siempre estuvo presente de mi interior.
Continuamente me centro en experimentar libertar desde lo más profundo de mi ser y eso implica un gran riesgo de "perder" todo aquello que es importante: deseo transmitir libertad a mi esposa para que ella decida cada día seguir a mi lado por convicción y no por un contrato o un anillo, deseo transmitir libertad a mis clientes, para que voluntariamente elijan contratarme nuevamente si es que realmente les aporto valor, deseo transmitir libertad a mis amigos para que decidan compartir parte de su vida conmigo sabiendo quién soy y mis condiciones, deseo transmitir libertad a mi hijo para que cuando crezca, sepa que no me debe honrar satisfaciendo mis deseos y que era totalmente mi responsabilidad amarlo, procurar su bienestar, cuidarlo y orientarlo.
Confieso que cada día siento miedo porque, aunque tengo clara una visión, siento una total incertidumbre sobre si realmente me estoy acercando a ella, si contaré con lo necesario para seguir avanzando, si podré cumplir con mis compromisos y lo más importante, si estoy honrando mi existencia con mis decisiones y actos, si realmente me estoy rindiendo a la vida y dejándome guiar por ella. A pesar de sentir ese miedo constante, hoy más que nunca puedo expresar que me siento realmente vivo.